Mariah Carey
Mariah Carey es una diva que desafía la gravedad, el buen gusto y el paso del tiempo. La diosa del falsete, la emperatriz del playback y la única persona en el mundo que considera el invierno una excusa legal para facturar.
Antes de que existieran los filtros de Instagram, ya estaba Mariah retocando la realidad a base de octavas imposibles y poses de estatua griega. Su carrera ha sido un desfile de agudos, escotes, perfumes con nombre absurdo y crisis nerviosas televisadas. Entre baladas de karaoke, deslices discográficos, resurrecciones inesperadas y un contrato eterno con la Navidad, Mariah ha demostrado que no necesita estar en la cima para seguir creyendo que lo está.
Biografía
Nació el 27 de marzo de 1969 (o eso dice ella, aunque algunas fuentes sugieren que nació antes de la invención de la fotodepilación). Desde niña, demostró tener una voz capaz de romper cristales, contratos discográficos y matrimonios. Su rango vocal abarca cinco octavas, siete portales interdimensionales y al menos tres notas que solo escuchan los delfines.
A principios de los 90, firmó con Columbia Records gracias a Tommy Mottola, un ejecutivo de la industria musical que se convirtió en su Pigmalión y también en su marido. Mientras él le planchaba el camino al estrellato, Mariah lanzaba himnos de karaoke como Vision of Love, Hero y Without You. Las adolescentes lloraban, las madres lloraban y hasta los caniches lloraban con sus baladas melódicas de melodrama extremo.
Cuando Mariah se cansó de cantar baladas para señoras del Club de Lectura, se divorció de Mottola y sacó su verdadero yo: una mezcla de Beyoncé prematura con la sensualidad de una Barbie de edición limitada. El álbum Butterfly (1997) fue su renacimiento: voz menos operística, más hip-hop, más ombligo, más sujetador de lentejuelas.
Aquí empezó a colaborar con raperos, a cantar en shorts imposibles, y a moverse en el escenario como si tuviera un resorte en cada glúteo.
En 2001, creyó que era buena idea hacer una película autobiográfica disfrazada de “drama musical” titulada Glitter. Era como Flashdance, pero sin talento actoral, sin guión, y con la estética de un videoclip largo que nadie pidió.
El álbum que acompañaba la película tampoco ayudó: nadie entendía si era retro, disco, tributo a los 80 o un simple error de concepto.
Lo que sí quedó claro fue que Mariah colapsó emocionalmente, física y creativamente. Acabó internada por "agotamiento extremo", lo que en Hollywood se traduce como “necesito una pausa para dejar de hacer el ridículo”.
En 2002, mientras aún se recogían los restos de su autoestima tras Glitter, lanzó Charmbracelet. Un disco tan blando y susurrante que parece haber sido grabado con un humidificador de fondo.
Baladas que no arrancaban, medios tiempos que no terminaban y un intento de reconectar con el público adulto contemporáneo que fracasó estrepitosamente. Fue como ver a una drag queen cantando villancicos.
En 2005, cuando ya la industria la daba por muerta (musicalmente), Mariah regresó con un discazo: The Emancipation of Mimi.
Hits como We Belong Together y Shake It Off le devolvieron el trono.
El disco vendió millones, los críticos la aplaudieron de pie, y Mariah se sintió de nuevo como Cleopatra con autotune.
Aquí nació también su “yo diva insaciable”:
Pedía cachorros para acariciar antes de cantar. Viajaba con ventiladores personales para que su melena ondeara con dignidad. Se negaba a subir escaleras si no eran alfombradas por asistentes en topless.
Conforme avanzaban los años 2010, Mariah decidió que ya no necesitaba reinventarse. Que con vivir de All I Want For Christmas Is You cada diciembre, ya tenía la pensión asegurada.
Siguió sacando discos con títulos pretenciosos (Memoirs of an Imperfect Angel, Me. I Am Mariah… The Elusive Chanteuse), que más parecían novelas de autoayuda que álbumes. Las ventas bajaron, pero su ego siguió subiendo como un dron fuera de control.
Actualmente, Mariah vive encerrada en su propia Navidad perpetua, apareciendo cada diciembre como el espíritu encorsetado de Papá Noel con uñas de gel. Se ha convertido en sinónimo de villancico, copo de nieve y royalties.
Cada año lanza el mismo vídeo con ella despertando en noviembre diciendo: “It’s time…”
Y claro, la canción resucita, los memes florecen y la cuenta bancaria se infla.
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