Cecilia Giménez
La restauradora tóxica liándola parda |
Estudió arte por correspondencia viendo vídeos de Art Attack y Bricomanía en el mismo año que el de la anciana que dejó sin Internet a Armenia mientras buscaba cobre. Se trasladó a Londres para aprender un poco de la técnica pictórica de Mr. Bean [3].
Sus primeras obras fueron la caras de Belmez, una obra hoy en día bastante incomprendida.
Intentó restaurar la nariz de Belén Esteban y le quedó tal que así. También se gana la vida maquillando cada mañana a la duquesa de Alba.
Su último trabajo fue el de Ecce Homo [4], con resultado más que discutible con plastidecors.
Si lo que trataba de hacer era restaurar la obra, es un trabajo bastante malo, pero si lo que trataba de hacer era sustituirla por la cara de Carmen de Mairena, una obra maestra en la que fue capaz de situarse a la vanguardia del vanguardismo.
La mirada del Cristo es inquietante y desgarradora a un tiempo, de soslayo parece intentar dirigirse a la autora de la restauración; muda sin embargo su boca, sus palabras se desvanecen en el caos existencial parido del genial pincel brocha. El cuello hipertrofiado en un atrevido rojo cereza, bajo la inspirada visión de la artista extiende sus dominios abarcando más allá de lo humanamente posible como queriendo expresar que el sujeto no es hombre, sino divino, ora con cuello de homo, ora desafía la lógica con pescuezo bovino. El apendice nasal se deconstruye hasta el imposible, en una genial debacle estética nunca vista desde Mijaíl Lariónov. Los efectos del Sintrom 8 mg, dejando la sangre correr desbocada por los recovecos del privilegiado cerebro de la artista, son apreciables en la mullida pilosidad que recubre al sujeto pictórico, sustituyendo las agresivas espinas del original por un mucho más amable y esponjoso material de baño.
En resumen, una revolución y un truño ya que mezcló el amarillo con ácido clorhidri... sí... ácido clorhídrico encima de sulfato de so... de cloro...no, sulfato no, no sé lo que era. Lo echó y provocó una reacción que flipas y empezó a salir gas amarillo que vamos, que la lió parda y no le dejaron terminar y así se quedó. Lo cierto es que no estaba acabada y la estaba deconstruyendo cuando la interrumpieron cuando estaba siguiendo los consejos de Javier Krahe y metió el Cristo en el horno. El resultado es una combinación inteligentemente el expresionismo primitivo de Francisco de Goya, con figuras como Ensor, Munch, Modigliani o el grupo Die Brücke, perteneciente a la corriente artística del expresionismo alemán.
El caso es que esa obra se estaba dejando pudrir, y tras su fallida restauración parece que es una prioridad devolverla a su estado anterior.
Ahora se dispone a poner rectos los relojes de Dalí.
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