República utópica y subvencionada de Marinaleda
Su utópica existencia y supuesta prosperidad se debe a que se mantiene a base de subvenciones, es decir, la pagan y mantienen el resto de españoles mientras que los de ese pueblo juegan a ser comunistas, atracan supermercados y despilfarran a costa de los contribuyentes. Evidentemente la utopía acabará por hacer aguas algún día cuando dejen de darle subvenciones. Para procurar que estas no se acaben coaccionan y amenazan con ocupar edificios institucionales con tal de que no les cierren el grifo de las subvenciones y así poder mantener su tinglado político y el voto cautivo comprado con dinero público, garantizándose su alcalde la reelección.
Todo se derrumba una vez traspasadas las fronteras de la farsa. Aun así hay quien cree que es un paraiso, cuando la realidad no es más que un paraiso parasitario incapaz de mantenerse por sí misma. Todo es un camelo y solo producen el 35% de lo que gastan, el resto es dinero subvencionado por el sistema que tanto odian.
Estas subvenciones fueron conseguidas a base de huelgas de hambre, chantajes, llorar y trabajar poco. Para venderla, cuentan que Marianaleda es que sus casas están a 15 euros al mes, demostrando la superioridad de su apuesta frente a los malvadados especuladores. El problema es que esto se consigue a base de expropiar o comprando bajo amenaza de expropiación el suelo y con materiales subvencionados por la Junta de Andalucia. Y el rollito ese de que la casa se lo hace uno mismo o con los familiares directos, tiene el complemento de que se puede contratar a alguien vía PER. Sin suelo gratis y sin los materiales subvencionados también por la Junta de Andalucía, tampoco existirían. Esas son las casas a 15 euros al mes, el resto lo ponen todos los demás.
La hegemonía política se sustenta en el sectarismo y que como sólo sucede en muchas poblaciones del País Vasco oprimidas por el terror batasuno, los partidos políticos distintos a Izquierda Unida tienen que elegir a sus candidatos de otros municipios porque nadie que viva en el pueblo se atreve a enfrentarse al alcalde, Juan Manuel Sánchez Gordillo.
Después de la Exposición Universal de Sevilla de 1992 se le ofrece al entonces denominado Sindicato de Obreros del Campo la posibilidad de presionar al Gobierno andaluz para que les cediera la explotación de esa finca, previamente expropiada por la Reforma Agraria que a la postre acabaría convirtiéndose en el mayor fiasco del Gobierno andaluz, el cual cedió finalmente a los jornaleros la explotación de aquella finca.
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