La Honestidad es la costumbre de admitir la verdad solo cuando no hay otra opción, o de disfrazarla lo suficientemente bien como para que parezca conveniente. Es uno de esos conceptos que la sociedad ensalza como virtud cardinal, aunque rara vez explica las condiciones exactas en las que debe aplicarse. En su forma más pura, la honestidad implica decir la verdad, cumplir promesas y no aprovecharse de la credulidad ajena. Sin embargo, la realidad es más compleja y es un lujo peligroso que solo los imprudentes o los locos se permiten. Como cualquier virtud, es un arma de doble filo. Puede generar confianza, respeto y tranquilidad, pero también desencadenar conflictos, enemistades y vergüenza. Aprender a practicarla con moderación, inteligencia y un toque de cinismo suele ser más útil que adherirse a ella de manera fanática. En última instancia, la honestidad es menos una virtud y más un contrato flexible: se aplica solo cuando el beneficio supera el costo, y a veces ni siquiera entonces...
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