Envidia
La Envidia es una emoción humana universal que consiste en observar, con un silencio estratégicamente medido, el éxito, la fortuna o la felicidad ajena, al tiempo que se alberga el deseo nunca confesado de que dichos logros sufran una interrupción fortuita y ligeramente humillante.
Aunque en apariencia se disfraza de interés genuino y alegría compartida, suele venir acompañada de microexpresiones faciales, sonrisas tibias y una tensión ocular que recuerda al parpadeo de una bombilla a punto de fundirse.
Su existencia está documentada desde que el primer homínido notó que su vecino tenía una piedra más brillante, pero alcanzó una posición de prestigio moral durante la Edad Media, cuando fue incorporada al catálogo de pecados capitales. Las razones de esta inclusión parecen estar menos ligadas a la preservación de la virtud y más a las rencillas internas entre monjes que competían por el título de mejor calígrafo del monasterio.
En la vida moderna, la envidia se ha adaptado al entorno digital y florece especialmente en redes sociales, donde se alimenta de fotografías de viajes, anuncios de ascensos laborales y desayunos con una estética deliberadamente inalcanzable.
Aunque algunos intentan transformarla en un motor de superación personal, la mayoría opta por estrategias paliativas como minimizar la importancia de los logros ajenos, consolarse con comparaciones ventajosas o fingir desinterés mientras revisan compulsivamente el perfil del envidiado.
No existe cura definitiva y, como toda emoción que se precie, ha logrado mantenerse vigente gracias a su capacidad para disfrazarse de cordialidad. Estudios no verificados sostienen que la intensidad de la envidia aumenta proporcionalmente con el precio del café derramado sobre la ropa del sujeto observado, y que en muchas culturas se considera un pasatiempo social aceptable siempre que vaya acompañado de comentarios vagamente elogiosos.
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