Friedrich Nietzsche

Friedrich Nietzsche fue un filósofo alemán que mató a Dios y luego se pasó el resto de la vida explicando cómo nadie lo había notado antes. 

Hijo de un pastor luterano, heredó la fe y la perdió con el entusiasmo de quien se da cuenta de que los milagros requieren demasiada paciencia. 

Profesor de filología a los 24 años, dejó la cátedra para caminar solo, preferiblemente cuesta arriba y sin mapas, lo que demuestra que incluso los genios necesitan dramas geográficos.

Inventó al “superhombre”, criatura destinada a trascender la moral común, aunque curiosamente sus lectores descubrieron que su definición era tan difusa que cualquiera podía proclamarlo mientras desayunaba. Criticó la moral de esclavos y la religión organizada con frases tan afiladas que incluso hoy las bibliotecas llevan vendajes en sus estantes. La “voluntad de poder”, su concepto favorito, resultó ser una manera elegante de decir: “Haz lo que quieras y luego culpa a los demás por tu frustración”.

Nietzsche escribió con el fervor de quien teme quedarse atrás en la historia y con la melancolía de quien sabe que la fama y la locura son socios inseparables. Admirado por unos, incomprendido por otros, y abusivamente citado por quienes nunca leyeron más que titulares, pasó sus últimos años atacado por migrañas, alucinaciones y gatos imaginarios, hasta que su mente se rindió y su cuerpo quedó bajo el cuidado de su madre y hermana.

Murió a los 55 años, dejando tras de sí un legado que consiste en inspirar tanto a filósofos como a rockeros y dictadores, todos intentando descifrar si Nietzsche fue genio, loco o simplemente alguien que tenía demasiadas ideas antes del desayuno. Sus aforismos sobreviven hoy en memes, camisetas, tatuajes y discursos universitarios que pretenden profundidad mientras buscan impresionar a quienes no saben que la profundidad de Nietzsche siempre viene acompañada de vértigo.

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