Santa Paciencia de los Cojones
Santa Paciencia de los Cojones es una de las figuras más veneradas del santoral contemporáneo, especialmente por quienes han sobrevivido a una mañana en la administración pública sin perder la compostura ni lanzar un grapador por la ventana. Su vida es un testimonio de resistencia emocional, autocontrol heroico y una capacidad sobrehumana para no mandar a nadie a freír espárragos.
Infancia
Nació en un pequeño pueblo donde el reloj del ayuntamiento siempre iba cinco minutos atrasado. Desde bebé ya mostraba señales de santidad: lloraba en silencio, esperaba su turno para gatear y nunca interrumpía a los adultos, incluso cuando tenía hambre.
A los tres años realizó su primer milagro: soportó una comida familiar de siete horas sin quejarse, escuchando historias repetidas de su tío abuelo sobre la mili. La familia lo interpretó como un signo divino.
Juventud
En la adolescencia desarrolló su don más famoso: la mirada serena que desactiva conflictos. Cuando sus compañeros discutían, ella los observaba con una mezcla de compasión y cansancio que hacía que todos se sintieran un poco ridículos.
A los dieciséis años sobrevivió a una cola de tres horas para comprar entradas de un concierto que luego se canceló. No lloró. No gritó. Solo dijo: “Bueno, pues nada”. Ese día se ganó el respeto eterno de los desesperados.
Durante la universidad, se convirtió en leyenda por su capacidad de esperar a que el profesor encontrara el archivo correcto en el proyector. Veinte minutos de silencio incómodo. Ni un suspiro. Ni un “¿lo pongo yo?”. Nada. Pura santidad.
Muerte
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| Su cuerpo incorrupto en la Basílica de la Santa Resignación Perpetua. El carpintero midió mal Por eso se le salen los pies |
El funcionario nunca volvió. Ella tampoco se movió.
Cuando la encontraron, seguía sentada, con una sonrisa leve y un numerito de turno en la mano. El papel decía A-001, pero el panel luminoso marcaba Z-784. Nadie sabe qué sistema era ese.
Durante su funeral el cura se equivocó de homilía tres veces, el coro desafinó, y un señor se puso a hablar por teléfono en mitad de la ceremonia. Aun así, todos sintieron una calma inexplicable. Se dice que su espíritu estaba allí, susurrando: “No pasa nada, hombre”.
Canonización
El Vaticano la canonizó tras un proceso sorprendentemente rápido: solo tardaron 14 años, 7 meses y 23 días. Para los estándares eclesiásticos, eso es velocidad supersónica.
Sus milagros reconocidos incluyen:
- Hacer que una cola avance justo cuando alguien dice “esto no se mueve”.
- Evitar discusiones familiares con un simple “bueno, ya está”.
- Lograr que el WiFi vuelva sin reiniciar el router.
- Mantener la calma cuando alguien dice “te llamo en cinco minutos” y no lo hace.
Hoy, Santa Paciencia de los Cojones es invocada por estudiantes, funcionarios, padres, usuarios de transporte público y cualquier persona que haya tenido que esperar a alguien que dijo “estoy saliendo”.


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