Soraya Sáenz de Santamaría

Soraya Sáenz de Santamaría, la Mini-Vice del Imperio Rajoyano. Vicepresidenta, Ministra de la Presidencia, Portavoz del Gobierno y, ocasionalmente, Traductora Automática de Rajoy. Si superpoder era saber inglés. Lo cual, en el PP, equivale a lanzar rayos láser por los ojos.

Nació en Valladolid, cuna de grandes conquistas y mayorías absolutas. Desde pequeña se la conocía como la niña del pompero, porque prefería crear burbujas de jabón antes que amigos. Esta habilidad simbólica le serviría más tarde para diseñar estructuras de poder igual de frágiles pero mucho más opacas.

Estudió Derecho en la Universidad de Valladolid, donde quedó primera de su promoción. Desde entonces, desarrolló la capacidad de memorizar códigos civiles, triturar oposiciones y no pestañear jamás.

En 2000, logró una plaza de abogada del Estado, una oposición que aprueban solo los elegidos por el Destino o por una fuerza superior. Fue entonces cuando lo conoció y se convirtió en su asesora jurídica, tras ver un episodio de Los Simpson en el que Lisa gobierna Springfield. 

A partir de ahí, escaló en el PP como quien juega al Candy Crush en modo fácil. En 2011, cuando Rajoy llegó al poder, necesitaba a alguien que supiera leer informes sin dormirse y hablar inglés con acento de Valladolid y sin subtítulos.

Y así nació: Vicepresidenta + Ministra de la Presidencia + Portavoz del Gobierno. Todo eso en un cuerpo de metro y poco, lo que la convirtió en la matrioshka institucional de Moncloa.

En 2005 se casó por lo civil con José Iván Rosa Vallejo, abogado del Estado y fan de los trajes oscuros. Años más tarde, Telefónica tuvo la brillante idea de contratarlo, sin que tuviera absolutamente nada que ver con su mujer siendo vicepresidenta. Nada. Ninguna relación. Coincidencia pura. El destino y las puertas giratorias son así.

Tras el colapso del Rajoyverso en 2018, Soraya desapareció como un Pokémon legendario. Algunos dicen que se retiró a meditar en Silicon Valley. Otros, que fue devorada por una reunión del Ibex 35 o que pilló puerta giratoria en Cepsa. Lo cierto es que dejó un hueco difícil de llenar: el del poder absoluto disfrazado de tecnocracia menuda.