Melendi

Te quiero en mi equipo...
 para que me lleves las drogas
Ramón Melendi Espina, conocido como Melendi, es un cantante con voz rasposa y de garrafón.
Es de lo peor que ha parido la música española tras Fran Perea o Estopa.

Representa una generación de incultos musicales que cree que decir frases incoherentes es hacer poesía musical. 

Sus letras son bobas y torpes hechas estando emporrado y están destinadas a oídos débiles conformistas que se apañan con sus retratos trillados de la canallesca noctámbula y la retahíla monótona y redundante de sus melodías.

Lo más preocupante es que va por ahí de acentito andalú siendo asturiano pretendiendo emular el rock urbano de Extremoduro o Joaquín Sabina, pero aún no ha superado la etapa de párvulos.
Cualquier rima de un Sabina en horas bajas está a años luz de distancia de la mejor rima que haya podido escribir Melendi en su vida.

Cree haber inventado la rumba y su música no merece ni ser nombrada así. 

Ni siquiera su apariencia física está acorde con el tipo de música que él pretende representar. Va de perroflauta, hippie, cani, rastafari, rockero y todo aquello que esté de moda, pero todo mal mezclado. Lo peor es que al final se volvió comercial y traicionó a sus propios seguidores.
Eso sí, su música te puede cambiar tu destino... especialmente si Melendi viaja en el mismo avión que tú y le dan sus paranoias.

Biografía

De su infancia y adolescencia nada se sabe. Él no lo recuerda porque iba muy fumao.
Lo poco que recuerda es que conoció a Fernando Alonso.
Trató de subirse al carro de su éxito de Fernando Alonso haciéndole una horrible y estúpida canción con la excusa que fue su compañero de clase. Y lo peor es que le funcionó.

Por desgracia, tuvo que dejar el fútbol. Y no es que se perdiera el mundo un futbolista, si no que aquello fue la razón por la que empezó con la música.

Empezó en un grupo del que le echaron y comenzó a grabar temas que hacían apología de las drogas.

Sacó un disco llamado Sin noticias de Holanda el cual triunfó inspirándose muy mucho en Estopa. Uno de los temas fue elegido como sintonía de la Vuelta Ciclista a España y eso lo catapultó a la fama.

Tanto éxito inmerecido se le subió a la cabeza y para momento épico aquel en Noche Hache cuando la presentadora Eva Hache huye de él persiguiéndola visiblemente drogado. Incluso iba algo más que perjudicado a sus conciertos, timando así a los espectadores que fueron a oirle cantar y solo le escuchaban dando berridos.

Pero para liada, cuando la lió parda en 2007 en un vuelo Madrid-México. Subió al avión con una melopea bestial y al pedir más alcohol, las azafatas se negaron a servírselo.
Evidentemente exigió su dosis de alcohol por ser una estrella y trataron de calmarlo durante una hora y media, pero todo fue inútil.
El comandante se vio obligado a dar media vuelta y volver a Barajas. Melendi fue detenido por un delito de desobediencia al comandante y los pasajeros no llegaron a su destino a tiempo gracias a su comportamiento de divo.

Lejos de reflexionar y pedir perdón reclamó a Iberia que le devolviese el dinero del billete a México, porque no pudo viajar.

Pero si hay algo que delata a los malos músicos y mediocres interpretes es cuando hacen covers. Melendi versionó el tema de los Rolling Stone Angie.
La versión fue incluida como una hidden track (pista oculta), y suena 20 segundos después de acabar la última canción. La verdad es que debió permanecer siempre oculta, ya que dista mucho de la canción original. Desafina, hace amagos de exaltación, intenta mezclar en vano tosquedad con delicadeza y la letra cuenta con bastantes versos libres.
Muchos que la oyeron quisieron extirparse los oidos y Angie llora por su culpa.

Quizá por este traspiés le dio por aquello de quitarse las rastras y alisarse el pelo.
Sus últimos discos solo los compran los torturadores de Guantánamo para hacer hablar a los presos.

Acabó de juez de La voz junto con estrellas acabadas como, David Bisbal, Malú y Rosario Flores. Lo dejó tras una temporada, ya que vio que había que trabajar demasiado y que mejor se quedaba en casa esperando a lo que le llegase de la SGAE fumándose lo que quiera que se fume.


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