Moisés

¿Qué dices zarza ardiente
Que me los cargue a todos?
Moisés fue un señor que un buen día se fue de excursión al campo. Pero el caso es que lo que empezó con una posible merienda campestre acabó en Éxodo.

Cuando nació por lo visto había una ley que indicaba que tenía que matarlo su madre. Su madre no quiso y a cambio lo puso en un cesto de mimbre en el rio y que se buscara la vida.

Así pues se independizó a los tres meses. Aquel niño era bastante espabilado y se fue a vivir con la hija del Faraón. Resulta que a aquella le gustaban los niños pero no cambiar pañales, así que contrató a una niñera que resultó ser su propia madre.

Creció y vivió felizmente hasta que un día vio a un capataz dándole con el latigo a un hebreo y entonces se cabreó. Lo despidieron del empleo de construcción de pirámides y se tuvo que hacer pastor. Le iba relativamente bien hasta que se le empezó a ir la olla y a ver duendecitos y zarzas ardientes que hablaban.

Aquella zarza le pidió que volviera a Egipto y fundara un sindicato laboral. Ya allí, intentó negociar con el faraón un salario digno, pero las negociaciones pasaron a ser duras y más tarde apocalípticas. Moisés envió 10 plagas, pero no consiguió nada. De hecho, el faraón echó a los judios de Egipto.

Desde entonces vagaba por el desierto. Pero el faraón se dio cuenta que faltaba mano de obra barata y los mandó buscar. Entonces fue cuando los ahogó a todos en el Mar Rojo.

Más tarde fue cuando Dios le hizo subir a una montaña y que cuando escribiera los 10 mandamientos los metiera en un arca.

Cuando Moisés oyó la palabra arca temió que le obligase a construir otra cosa como Noé, pero no. Solo era una cosa radiactiva rara donde meter las piedras.

Tardó una eternidad en escribirlas. Tanto que cuando bajó, su pueblo estaba adorando un becerro de oro. Se cogió tal cabreo que rompió las tablas de la ley. Días más tarde, Dios le obligó a reescribirlas.

El pueblo obedeció las leyes con la amenaza de que la próxima vez les metía el becerro por el culo. Desde entonces vagó por el desierto y comía solo maná. Algunos se hartaron y volvieron a Egipto, otros siguieron comiendo maná hasta llegar a la Tierra prometida. El problema es que, una vez llegaron allí, estaba lleno de gente. 

El caso es que cuando iba a entrar en la Tierra prometida un segurata le prohibió la entrada con sandalias, así que volvió a su casa de Egipto, pero se perdió por el camino.

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