Ingreso Mínimo Vital

El Ingreso Mínimo Vital (IMV) es la revolucionaria estrategia del Gobierno para garantizar que los ciudadanos dependan del Estado de por vida, mientras los políticos disfrutan de sueldos que parecen números de teléfono. 

Con la excusa de combatir la pobreza, el IMV se ha convertido en la herramienta perfecta para que la gente deje de aspirar a la independencia económica y se conforme con sobrevivir a base de subsidios, en un cómodo letargo de servidumbre moderna.

No te deja ahogarte del todo, pero tampoco te permite nadar. 

Esta ayuda económica se entrega con cuentagotas y, si tienes la mala suerte de encontrar un empleo temporal, desaparece como por arte de magia, dejándote en peor situación que antes. 

Con esto, el Gobierno se asegura de que el ciudadano promedio se mantenga en un delicado equilibrio: no tan pobre como para protestar en las calles, pero tampoco lo suficientemente estable como para cuestionar el sistema.

El gran logro del IMV es haber convertido la dependencia en una virtud. Nadie se esforzará en encontrar un trabajo cuando el Estado te da lo justo para que sigas mirando Netflix y votando por quienes prometen "más ayudas".

La nueva normalidad será vivir con la esperanza de que la burocracia te conceda una limosna estatal.

Para acceder al IMV, hay que superar una gymkhana de requisitos absurdos que incluyen:

- No tener más de 100 euros en el banco, pero tampoco haber ingresado más de 500 en los últimos meses, no vaya a ser que se te ocurra ahorrar.

- No poseer bienes inmuebles (a menos que sean propiedad de tu tatarabuela y estén embargados desde la Guerra Civil).

- Presentar 37 documentos distintos, de los cuales 35 no existen o se contradicen entre sí.

- Tener la paciencia de un monje budista para esperar seis meses a que se procese tu solicitud… para que luego te la rechacen sin explicación alguna.

Por supuesto, si por un golpe de suerte consigues un empleo temporal, pierdes automáticamente el derecho al IMV, asegurando que nadie salga del ciclo de precariedad. Es el sistema perfecto: te dan dinero, pero solo si prometes no prosperar nunca.

A pesar de sus evidentes fallos, el IMV ha tenido algunos "beneficios" destacables:

- Ha fortalecido la lealtad al Gobierno. Nadie va a criticar a quienes le dan de comer, aunque sea poco y tarde.

Muchos economistas, empresarios y ciudadanos que aún creen en el esfuerzo personal han criticado el IMV como una trampa diseñada para mantener a la gente sometida. Porque claro, una población dependiente de subsidios es una población controlada. Sin dinero propio, sin opciones reales de mejora, sin independencia, el ciudadano se convierte en un simple voto en las elecciones y en un número más en las estadísticas de pobreza controlada.

A esto se suma el problema de que el IMV no está diseñado para ser un trampolín hacia una mejor situación económica, sino una jaula de oro donde el Estado dicta las condiciones de tu supervivencia. Mientras tanto, quienes sí trabajan ven cómo sus impuestos se diluyen en un sistema que premia la pasividad y penaliza el esfuerzo.

Se espera que en el futuro el IMV evolucione hacia el "Ingreso Máximo Controlado", donde no solo se regule cuánto puedes recibir, sino también en qué puedes gastarlo. Mientras tanto, los beneficiarios seguirán esperando, con la mano extendida, mientras el Gobierno decide cuánto vale su obediencia este mes.

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