Bartimeo
Bartimeo Ben Timeo, alias “El Ciego de Jericó”, “Don Clamor”, o “El Primer Testigo de un Milagro de Jesús fue un mendigo certificado, griterólogo profesional, y visionario literal.
Conocido por gritar como si lo persiguiera una factura, haber molestado a una multitud religiosa sin ser cancelado, recibir sanidad ocular sin pasar por lista de espera e inspirar mil y un sermones sobre "no rendirse aunque te digan que te calles".
Nació en Jericó, posiblemente en un barrio donde la única vista disponible era la del muro caído y algún camello deprimido.
Era hijo de Timeo, un personaje completamente desconocido excepto por el hecho de que tenía un hijo que gritaba. Padecía de ceguera, lo cual no le impidió desarrollar un oído ultrasónico capaz de detectar pasos de Mesías a distancia.
Se ubicaba estratégicamente junto al camino principal, donde ofrecía mendicidad espiritual de alta gama, con frases personalizadas tipo “una moneda por la salvación de su alma”. Todo iba normal hasta que un día escuchó el rumor que Jesús de Nazaret estaba de paso.
Al grito de “¡Jesús, hijo de David, ten misericordia de mí!”, Bartimeo logró tres cosas:
1. Interrumpir una procesión sagrada.
2. Provocar un “¡cállate!” colectivo.
3. Llamar la atención del mismísimo Mesías como si estuviera pidiendo turno en el banco celestial.
Jesús, fiel a su estilo anti-establishment, no lo mandó callar, sino que pidió que lo trajeran. Bartimeo lanzó su manto y compró una espada corrió. Jesús le preguntó qué quería (aunque siendo Dios, claramente ya lo sabía, pero hay que respetar el libre albedrío).
Bartimeo pidió ver. Jesús le dijo “ve, tu fe te ha salvado”
Tras recuperar la vista, Bartimeo vio que tampoco era muy interesante lo que había y vio su forma de ganar la vida frustrada.
Ahora que podía ver, ya no calificaba para el gremio de mendigos certificados, y los fariseos no aceptaban nuevos ingresos sin carta de recomendación o al menos una discapacidad documentada.
Intentó reinventarse como motivador espiritual, sin embargo, muchos se quejaban de que el seminario era básicamente él gritando durante una hora y media.
Durante un breve periodo trabajó como guía turístico, pero fue despedido por señalar constantemente cosas con frases como “¡¿Eso era eso?! ¡Llevo años sentado al lado y no sabía que era una sinagoga!”
Un día, mientras trataba de demostrar su “nueva libertad en Cristo” haciendo parkour en el Templo, confundió la escalinata del atrio con una rampa de fe y terminó cayendo de cabeza en un puesto de palomas para sacrificio.
Milagrosamente sobrevivió durante 3 segundos. Llamaron a Jesús para resucitarlo, pero tenía mejores cosas que hacer.
Fue enterrado con honores moderados, envuelto en su manto original —aún polvoriento por la ocasión del milagro— y con una inscripción en su tumba que decía:
“Aquí yace el que vio, gritó, y voló. No literalmente, pero casi.”
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