Mónica Oltra

Yo no he visto nada
Mónica Oltra es una política, madre de dragones progresistas, defensora del valenciano como lengua universal y mártir del independentismo de sofá.

Conocida por liderar Compromís, un partido cuya ideología fluctúa entre el ecologismo, el nacionalismo valenciano y el Club de Fans de Pablo Iglesias. 

Ascendió al poder montada sobre una bicicleta simbólica, rodeada de camisetas con lemas y pancartas recicladas del 15M. Desde entonces, ha sido una constante presencia en platós de televisión, ruedas de prensa y performances institucionales, donde ha perfeccionado el arte de decir mucho sin decir nada.

Cuando no está proclamando la supremacía moral del valenciano sobre cualquier idioma conocido (incluso el klingon), Oltra está flirteando políticamente con todo lo que huela a república, estrella roja o Estelada. A veces incluso a la vez.

Su gestión al frente de la Conselleria de Igualdad y Políticas Inclusivas ha sido tan transparente que ni la Fiscalía la vio venir. Literalmente.

Entre lo más destacado de su mandato destaca el escándalo de los abusos sexuales a menores tuteladas por parte de su exmarido. La Administración, que aparentemente fue al mismo taller de "gestión de crisis" que el Titanic, reaccionó con rapidez: primero negándolo todo, luego culpando al PP, después a la prensa, y finalmente a una conjura judeomasónica del heteropatriarcado.

Mientras tanto, el lema feminista «Hermana, yo sí te creo» se convirtió en una parodia involuntaria cuando se trataba de menores a su cargo.

También conocida por su cruzada a favor del valenciano, idioma que según ella debería ser obligatorio en guarderías, funerales y sesiones de exorcismo. Para compensar, ha marginado todo lo que huela a castellano, inglés o sentido común. Los traductores automáticos de Google llevan años intentando entender sus discursos, pero siguen saliendo subtítulos en esperanto.

En su particular visión de la diplomacia autonómica, Oltra ha establecido fuertes lazos con la Cataluña más indepe y la izquierda más postmoderna. Se rumorea que tiene un altar secreto dedicado a Arturo Mas, aunque lo niega entre lágrimas y banderas republicanas.

Pese a su historial de gestos vacíos, escándalos ocultos y gestión discutible, sigue siendo un icono para ciertos sectores progresistas, especialmente aquellos que confunden lealtad con merchandising ideológico. Para ellos, Mónica no es una política con responsabilidades y contradicciones, sino una camiseta con eslóganes progres que se pone sola por las mañanas.


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