Luz Casal

Con Rufino 
Luz Casal es una cantante española reconocida por su voz intensa, su presencia escénica elegante y por hablar como si estuviera entre dormida, enfadada y recién despertada de una siesta con resaca

Su talento para la música es innegable; su talento para la dicción, digno de estudio por la RAE como ejemplo de lo que no hacer con una cuerda vocal.

Sus canciones han emocionado a millones, pero escucharla hablar es como asistir a una pelea entre un ronquido y una calada mal disimulada. Algunos la describen como una mezcla entre filósofa zen y señora que pide el DNI al camarero porque no se fía del tinto de verano.

Desde que colgó la farlopa —dicen que voluntariamente, aunque también pudo ser que se le perdió el mechero—, su energía se ha vuelto más etérea, como si cada frase que dice viniera de otra dimensión donde todo va en cámara lenta y con eco de garito.

Cuentan que antaño se burlaba de Rufino, acusándolo de tener aire de pingüino, lo cual era ofensivo y biológicamente confuso, ya que el único que se deslizaba por la vida era él, cuando pagaba los langostinos. Ella, mientras tanto, lo llamaba superficial, aunque llevaba más postizos que un escaparate de peluquería para maniquíes calvos.

Hoy, Luz sigue ahí, brillando a ratos, como una bombilla de bajo consumo conectada a una batería emocional de litio caducado. Pero aún se le espera. A veces. En festivales donde también actúa Raphael. Con fuegos artificiales. Y nostalgia en spray.

Nacida en Galicia y criada en Asturias, Luz empezó en los ochenta, cuando el pelo era más alto que la autoestima nacional y los sintetizadores sustituían al talento con admirable eficacia.

Debutó con un estilo rockero, aunque con más laca que distorsión, y pronto evolucionó hacia un pop elegante, ese tipo de música que escuchas con copa en mano mientras finges que no estás llorando por tu ex. 

Entre sus éxitos se encuentran "Piensa en mí", "No me importa nada" y "Entre mis recuerdos", canciones que han sido banda sonora oficial de divorcios, rupturas y noches de vino con amigas que dicen "yo ya estoy bien sola".

Colaboró con Pedro Almodóvar en "Tacones lejanos", aportando a la película una interpretación que hizo llorar incluso a gente que no tiene alma, como agentes de Hacienda y técnicos de sonido. Desde entonces, Luz se consagró como diva melancólica, la versión española de Edith Piaf pero con menos tragedia y más paracetamol.

En algún punto —según rumores, cuando se acabaron las sustancias blancas y empezó el yoga terapéutico— su intensidad bajó, como si alguien hubiese puesto su espíritu en modo ahorro de batería. Su imagen también mutó: de estrella rock a señora enigmática con peinados de catálogo zen y voz de contestador automático cansado.

Actualmente sigue en activo, cantando con pasión, grabando álbumes y apareciendo en programas donde todos fingen que no pasa nada si su tono de voz suena a ronquera con actitud. Se le respeta, se le aplaude y se le pone subtítulos cuando habla.

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