Perra de Satán

Soy feliz siendo gorda

Beatriz Cepeda, más conocida como Perra de Satán, es una influencer que ha escrito libros que nos interesan tanto como los de Barbijaputa o Laura Escanes. 

Sus padres la abandonaron en un bosque lleno de lobos. La adoptaron los lobos, pero poco después los lobos la abandonaron en un convento. Creció en un colegio de monjas, criada muy bien y alimentada en exceso.
Las monjas fueron desapareciendo una a una misteriosamente. Casi siempre coincidia cuando las despensas de comida estaban vacías.

Sola y sin amigos, que también desaparecían uno a uno coincidiendo con la hora del almuerzo, creó un perfil en Fotolog. Cuando petó Fotolog se fue a otras redes sociales.

Comenzó a colaborar en diversos blogs culturales, firmando sus artículos bajo el pseudónimo de Perra de Satán. Un día se subió a la báscula y la aguja superó la barrera de los 100 kilogramos, momento en el que decidió ponerse a prueba: adelgazar 30 kilos en un año y dejar por escrito todas sus peripecias para lograr dicho objetivo en un libro.

Saltó a la popularidad en 2016. Ella iba tan tranquila en su coche cuando oyó unas polémicas opiniones de Javier Cárdenas sobre el profesor gallego que dijo ante su clase que se distraía con «el ruido de los bolígrafos y el escote de María», en su pograma «Levántate y Cárdenas», por las que defendía que lo único malo que se había hecho fue decirlo en público.

Ella que estaba escuchando el programa de Cárdenas mientras conducía aparcó el coche y grabó un fragmento para documentar que el presentador seguía diciendo burradas. Lo subió a Twitter, mencionó a Cárdenas y se olvidó del tema. Y la cosa podría haber quedado ahí. Pero Cárdenas, como todo buen idiota, es incapaz de manejar una crisis de reputación.

En vez de ignorarla, comenzó una cruzada contra ella. La acusó de mentir y, para dejar claro que no tiene nada que ocultar, retiró las grabaciones de los programas. salieron grabaciones como chopos que la gente copió, así que dijo que están manipuladas. Consiguió su nombre real y trató de que su jefe la despidiera. Como sus jefes pasan de él, reveló en antena el nombre y apellidos de la twitera y el lugar dónde trabaja en un programa que curiosamente trataba del ciberacoso.

Desde entonces sigue en Twitter, en Tinder y cualquier red social que permita recibir fotopenes.
Sigue sin novio a día de hoy. Si se los come, lo investigaremos.

Formó parte del aquelarre de "humoristas" feministas que se rasgaban las vestiduras por chistes de Martes y 13 hacía 30 años atrás. Pero el karma no tardó en llegar. Tuiteros desvelaron sus tuits antiguos con perlas de "humor" contra gitanos, moros, lesbianas, gays y recibió su propia medicina de la cancelación.