Sunilda Estuardo
En sus últimos instantes De su vida |
No tuvo infancia. A los cinco años ya llevaba seis trabajando y había sufrido abusos de su padre durante cuatro.
Antes llevaba una grúa y en los últimos dias de su vida recogía motores de lavadoras en un vertedero.
El Mundial 2010 fue lo mejor que le había dado Paraguay desde que cogió la gripe, el tifus, el sarampión, la malaria, el ébola y todas las cosas.
Su familia tuvo que vender la llama, el manatí y vender el metro cuadrado del cafetalero, solo para que pudiese tener una camiseta de la selección paraguaya de fútbol. Por culpa de la selección española de fútbol, que eliminó a Paraguay, no pudo llegarle un poco de esas briznas de alegría a esos campos de la periferia de Caacupé.
Cayó la selección paraguaya y una depresión que le acompañó el resto de su vida, que fue más bien corta.
Media hora después del partido cedieron los cimientos de su casa, hechos con latas de fabada asturiana y quedó atrapada bajo los escombros, permaneciendo en medio de los escombros durante tres días.
Le dijeron los socorristas que la FIFA había anulado el resultado por alineación indebida y que habían dado automáticamente el título a Paraguay para reconfortarla.
Ella no se lo creyó porque era una niña pero no gilipollas.
Después de 60 horas de lucha, murió de gangrena y hipotermia. Dejaron su cadáver allí y lo usaron como cimiento para contruir otra casa que se derrumbó poco después, sepultando a toda una familia.
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