Caín
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¡Te reviento! |
Todo le iba bien hasta que le tocó pagar los impuestos a Dios. Él dio lo que había cultivado, pero Dios prefirió la ofrenda de Abel, que eran animales degollados. El pobre no sabía que al altísimo le gustaba la sangre.
Entonces le tocó hacer una paralela, pero no tenía dinero, ya que no se había inventado. Fue a pedírselo a su hermano, pero el muy usurero le pidió un 21% de intereses.
Entonces decidió pegarle una pedrada en la cabeza y cogerlo por si mismo.
Después de esto, volvió a sus cultivos. Al ser interrogado por Dios acerca del paradero de su hermano, Caín se hizo el loco.
Entonces Dios, sin pruebas ni testigos, lo condenó injustamente a vagar por la tierra y le colocó una marca particular para preservar su vida ante los habitantes de la tierra.
En su peregrinaje llegó a la tierra de Nod donde edificó la primera ciudad a la cual llamó Enoc, por el nombre de su hijo, el cual nació por generación espontánea.
Estaba condenado a vivir para siempre, pero por lo visto a Dios se le olvidó y se ahogó durante el diluvio universal.
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