La danza de las chirimoyas

La danza de las chirimoyas es una obra compuesta por David Azagra y descompuesta por dejarlo mucho tiempo fuera de la nevera.

Durante su estreno nadie entendía si la obra era así o había puesto la partitura al revés o pretendía reinventar el Jazz a piano fusionándolo con música de despertador.

La pieza es una acumulación de notas tan disonantes que los gatos del vecindario firmaron una petición para prohibir su reproducción.

Parece interpretada por un pianista (Leonel Morales Jr) durante un ataque de abejas o un gato pasando por encima de las teclas. Tras acabar, desarrolló ansiedad existencial y pidió ser reciclado como tostadora.

Suena como una lavadora llena de platos de porcelana.

Sería una obra de arte si fuera en broma, pero resulta que era en serio.

No sabemos si era una provocación artística, un experimento social o simplemente un error de imprenta que se salió de control. Hoy podemos afirmar con seguridad: es todo eso y además una ofensa directa al teclado de cualquier piano que se precie.

No se ría. El asunto es grave. Nosotros lo intentamos tocar y ahora no distinguimos los sueños de la realidad y el piano nos odia.

Entre sus otros efectos secundarios se encuentran amnesia y desorientación. Puedes olvidarte de donde está tu puesto de trabajo y para que sirve. De hecho, su autor cuando iba a casa en Badajoz acabó en Portugal.

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