Josué
Vosotros, los de ahí abajo... ¡Vais a morir todos! |
Fue el encargado de conquistar Canaán de forma pacífica, pero como le gustaba mucho la sangre decidió hacerlo por las malas.
De hecho solo conocía métodos para conquistar ciudades; por las malas, con violencia y "a lo Josué", que era por las malas pero con más sangre.
Si no saliera en la biblia pensaríamos que era más un villano que un personaje bíblico.
Nació y creció en Egipto haciendo pirámides hasta que se fue de excursión con Moisés al campo. O eso creía él, pero el caso es que lo que empezó con una posible merienda campestre acabó en Éxodo.
Fue ascendiendo hasta llegar a comandante y lugarteniente de Moisés.
A pesar que su jefe bajó con unas tablillas que decían entre otras cosas que no debía matar, evidentemente se lo pasó por el forro de los huevos.
Conquistó Jericó y mató a todos los habitantes de la ciudad, incluyendo mujeres y niños, a excepción de la prostituta Raab, que había colaborado con los espías enviados por Josué y que de todas formas así mojaba el churro para celebrarlo. La ciudad fue destruida por completo, y Josué maldijo a quien intentara reconstruirla, ya que pilló a un par de listillos recalificando el terreno. A Josué no le molaban los especuladores.
Al intentar atacar la ciudad de Hay, sus tropas sufrieron una derrota y echó la culpa a un tal Acán, que era el pringao del grupo y el que más cerca estaba en ese momento. Acán fue lapidado, cosa que seguro no le hizo mucha gracia. Luego sí conquistó Hay, ya que el resto entendió el concepto de "cabeza de turco". Josué esta vez fue más misericordioso y mató a más gente.
Los hititas, amorreos, cananeos, pereceos, jebeos y jebuseos decidieron unirse a él, ya que no tenían ganas de ser exterminados. Con ellos siguió cabalgando hacia el sol matando y destruyendo ciudades: Maquedá, Libná, Laquis, Eglón, Hebrón y Debir. En todas ellas fueron exterminados todos sus habitantes.
Y tras cargarse a más de la mitad de los habitantes de oriente medio consumó la conquista de la tierra prometida.
Ya viejo convocó una asamblea y recomendó a los israelitas que mantuvieran su fidelidad a Yahvé, que si no sacaba la espada a paseo y se ponía a exterminar.
Murió a los 110 años de edad en plena juventud cuando estaba a punto de jubilarse.
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