Honestidad
La Honestidad es la costumbre de admitir la verdad solo cuando no hay otra opción, o de disfrazarla lo suficientemente bien como para que parezca conveniente.
Es uno de esos conceptos que la sociedad ensalza como virtud cardinal, aunque rara vez explica las condiciones exactas en las que debe aplicarse. En su forma más pura, la honestidad implica decir la verdad, cumplir promesas y no aprovecharse de la credulidad ajena. Sin embargo, la realidad es más compleja y es un lujo peligroso que solo los imprudentes o los locos se permiten.
Como cualquier virtud, es un arma de doble filo. Puede generar confianza, respeto y tranquilidad, pero también desencadenar conflictos, enemistades y vergüenza. Aprender a practicarla con moderación, inteligencia y un toque de cinismo suele ser más útil que adherirse a ella de manera fanática. En última instancia, la honestidad es menos una virtud y más un contrato flexible: se aplica solo cuando el beneficio supera el costo, y a veces ni siquiera entonces.
Orígenes
La honestidad no surgió del cielo como un don inmaculado, sino como una herramienta social: un contrato tácito para que la interacción humana sea predecible y menos caótica. En su manifestación más cotidiana, la honestidad aparece en la declaración de impuestos, la etiqueta de los alimentos y los cumplidos forzados a colegas.
Práctica selectiva
Existen dos formas de honestidad: la sincera y la estratégica. La sincera es rara, y a menudo lleva a consecuencias desagradables como perder amigos, enemigos o empleo.
La estratégica, en cambio, es la más practicada: consiste en admitir verdades convenientes, omitir detalles comprometidos y modular la intensidad de los hechos según la audiencia. Los maestros de la honestidad estratégica saben exactamente qué decir, cuándo decirlo y, más importante, qué dejar sin decir.
Efectos secundarios
En su versión literal, puede provocar incomodidad, conflictos y remordimientos ajenos. También se utiliza como arma: un comentario brutalmente honesto puede elevar la autoestima del emisor mientras destruye la de otro. Por esta razón, muchas sociedades han desarrollado protocolos para disfrazar la honestidad con palabras amables, metáforas vagas o elogios inventados.
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