Mar Flores

María del Mar Flores Caballero, más conocida como la bien pagá Mar Flores es una mediocre modelo y pésima actriz y horrorosa presentadora española. 
Como cazafortunas tampoco es que sea muy buena y cuando ha querido ser empresaria menos todavía. Quiso ser la próxima Isabel Presley y en realidad sólo tenía valor por los hombres con los que se acostaba. De hecho, hoy en día es solo recordada por sus líos amorosos.

Biografía

No destacaba por una exagerada belleza, pero sí tenía algo: una mente calculadora, un ansia de fama y de dinero sin precedentes y mucho tesón.

Empezó en el mundo de la moda gracias a un concurso de la revista ELLE. Y después trabajó con los más grandes. Pronto alcanza gran popularidad, en parte por el interés que suscita en los medios de información del corazón.

Todo lo que hacía ocupaba horas de televisión. Intentó ganarse el pan. 
En 1991 debutó como presentadora de televisión en Telecinco en el concurso VIP Noche, sustituyendo sin ninguna gracia a Belén Rueda y un año después Bellezas en la nieve, junto a Andoni Ferreño.

Gracias a la protección de un político, que toda Valencia, tan liberal con los excesos, conocía, logró tener un programa propio en el Canal Nou con La Música es la Pista. Un concurso de alto nivel intelectual con un gran despliegue de producción con cartón piedra y banda de verbena, en la que Mar mostraba sus dotes de presentadora leyendo los tarjetones como el que lee la lista de la compra.

Como era muy mala presentadora probó suerte como actriz

En 1994 interviene en la serie Compuesta y sin novio, protagonizada por Lina Morgan y en 1996 obtiene uno de los papeles protagonistas en la última temporada de la comedia chorra esa de Canguros que emitió Antena 3.
El paso de Mar Flores por estas series  le sirvió para lanzarse al estrellato en el mundo de la actuación como podría haber imaginado, más bien lo contrario.

En el cine y consiguió un papel en la infame Resultado final, un embrollo en el que se vio envuelto el director Juan Antonio Bardem, sin duda en sus horas más bajas cuando en otros tiempos filmaba excepcionales películas. La crítica vapuleó aquel engendro, la taquilla registró una exigua cantidad de espectadores y en definitiva el sueño de ser estrella se desvaneció. Mario Camus, volvió a confiar en ella en El Coyote, en 1998 y fue otro palo.

Luego llegaron más películas, todas fracasos comerciales, así que se hizo empresaria junto a Sofía Mazagatos abriendo juntas una escuela de modelos auspiciada por sus respectivos novios, Fernando Fernández Tapias (Mar) y González de Caldas (Sofía).
A los pocos meses ni se aguantaban, se tiraban los trastos a la cabeza y acabaron por disolver la escuela. No tardaron los reproches de la una a la otra creando una guerra entre ellas.

Lios amorosos

Comenzó una relación con Bertín Osborne que acabó con una llamada de teléfono en la que él le confesó que era un picha brava. Más que brava, inquieta. Él, que siempre ha sido un Alfa, la dejó cuando encontró otra menos retrasada que ella.

Voló a los brazos del italiano Carlo Constanza, con el que se casó en 1992. Cuando comprobó que el italiano carecía de fortuna y además le daba mala vida, le plantó. Carlo no debía ser dueño de una importante fortuna cuando tuvo que recurrir a Supervivientes, perdidos en Honduras para hacer caja.

El que sí estaba forrado, y lo estaba cuando Mar Flores lo conoció, es Fernando Fernández Tapias. Su lío con Lequio le costó caro, pues Fernández Tapias se enteró y se acabó el pastel, los yates, los aviones privados y la mansión con mayordomo.

Pretendia entroncar con la más rancia sociedad madrileña, tener título de condesa o marquesa, aunque fuera consorte. Y entró en escena Cayetano Martínez de Irujo, pero Alessandro Lecquio filtró unas imágenes junto a Mar en la cama cuando aún estaba con Tapias.

La historia se saldó con una crisis nerviosa y la ruptura con su pareja del momento, Cayetano Martínez de Irujo, hijo de la duquesa de Alba.

Finalmente consiguió lo que quería: casarse con un millonario (Javier Merino) y ser una feliz madre mantenida. Ella misma se fue retirando poco a poco de la vida pública ya que no le hacía falta dinero ni trabajar.

Pero hacienda le embargó el yate a su marido y lo dejó. Tras su divorcio no tardó en buscarse otro ricachón y sin que aún se secase la tinta de los papeles del divorcio firmados, cayó en los brazos de un magnate de la construcción mexicano Elías Sacal, que pronto se cansó de ella.

Más le vale encontrar el ricachón definitivo, que ya tiene el pellejo arrugado y el pitorro rancio.

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